martes, 9 de septiembre de 2014

...Esa de no respetar la diferencia.

Qué costumbre tan pendeja esa de no respetar la diferencia.


Estar en las redes sociales hace rato que dejó de ser una moda, para convertirse luego en una necesidad de socializar o ampliar el círculo de conocidos y hasta de oportunidades. Finalmente ha empezado a convertirse en un peligro. ¡Qué miedo!

Allá en ese maizal llamado 2.0 existe de todo. Un universo donde confluye lo mejor y lo peor de todos nosotros. Se encuentra gente linda e interesante como también gente boba y aburridora. Para todos hay, ¡no empujen!... Sólo tengan paciencia que ya encontrarán lo que no se les ha perdido.

Al principio, cuando se empezaron a masificar las redes sociales, pensaba sobre la maravilla que era poder escribir sin estar supeditado a un editor. Escribir lo que uno quisiera y cuando quisiera sin que nadie le dijera cosas como: "esa palabrita no me gusta" o "no hable de eso que eso no vende" o "¿cómo se va a meter así con la hija del dueño del periódico?" En fin, era una maravilla que cada uno de nosotros pudiera contar con su propio curubito de expresión.

Sin embargo el tiempo fue pasando y con él se pasó también el cuarto de hora de aquella ingenua ensoñación. Eso allá se volvió un peligro y una irresponsabilidad andar sin prevenciones.

Hace unos meses, con las elecciones presidenciales y el mundial de fútbol, hubo que pagar escondederos de a peso o quedarse en silencio para no atormentar a la masa alienada, que encuentra en quien la contradice, un esparring ideal para purgar o desahogar culpas y complejos.

Por ejemplo, con las elecciones presidenciales, si no eras paramilitar eras guerrillero. Si decías algo a favor del uno, cualquier valiente te respondía, la mayoría de veces con palabrotas desmedidas y fuera de foco. Pobres progenitoras que sin tener velas en esos entierros, terminaron seguramente con las orejas rojas de tanto agravio indiscriminado y obviamente clandestino.

Con el fútbol ni se diga. La mayoría sumergidos en ese patriotismo desbordado, con lágrimas en los ojos, agradecidos con la vida por haber nacido en esta patria tan maravillosa… ¡Muy bonito, para qué!

Uno leía todas esas manifestaciones de cariño y afecto y aunque pudiese estar de acuerdo (a mí también me gusta el fútbol), hubiera querido hacer un llamado de atención, por ejemplo, por la situación en Venezuela, o mencionar el caso del ex ministro condenado por andar dándole platica a sus amigos ricos. O a que nos pusiéramos pilas porque estaban “procurando” impulsar una ley para penalizar la investigación científica con fines reproductivos. O que Israel seguía matando niños en Gaza... 

¡Pero no! ¡qué va! ¡vaya póngase en esas y verá! ¡Mamerto inmundo! ¡Bicho raro! si lo que hay es que estar pendiente de ver a quién le echamos harina en la cara o a quién matoneamos por no sumarse a "la fiesta". Ya todos sabemos que si las cosas no se mencionan en los noticieros es sencillamente porque nada está ocurriendo.

Un día, previo a los partidos por octavos de final, en Venezuela mataron a unos estudiantes por andar en esa bobada de luchar por sus derechos. Me indigné como indio mamerto y latinoamericano que soy y me envalentoné a escribir un tuit punzante, hiriente y reflexivo (obvio, desde la comodidad de mi celular capitalista). Pero antes me distraje viendo algunas menciones que le hacían a una tuitera de esas que no tienen pelos en la lengua. La cosa me dejó boqui abierto. Amenazas de muerte, invitaciones a arrojarle ácido en la cara, consejos para que se suicidara. Eso entre las cosas que decidí no olvidar. Todo por haber escrito su opinión sobre los desmesurados actos fanáticos de los hinchas de fútbol.

Claramente, se me bajaron los humos, más por cansancio y por desdén que por cobardía. Y aborté la misión. Cerré la boca, que ya hasta ese momento llevaba más de cinco minutos abierta, miré por la ventana mientras pasaban los carros con las banderas de Colombia y entonces, lleno de júbilo, le di gracias a la vida por haber nacido en un país en el que por encima de cualquier diferencia se respeta el derecho de expresión. ¡Salud!


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